Creo que Dios tiene su plan en todo, en todos y
todas, en cada uno de nosotros; Él nos lo va mostrando a lo largo de la vida y
espera pacientemente nuestra respuesta libre, porque quiere que sigamos su
plan, su llamada, libres y por amor, pese a todas nuestras carencias. Dios nos
crea, nos da la vida, nos pone en este mundo, nos señala un camino y nos lleva
por él, con él y hacia Él; creo que el Señor es el autor, el trabajador, “mi padre continúa trabajando y yo también
trabajo” (Jn 5,16). Él es quién construye: “Si el Señor no construye el edificio en vano es el afán de los
constructores” (salmo 127). Digo esto porque yo me he sentido también así
de alguna manera, quiero decir me he sentido llevada por él, por este camino
que me ha ido señalando, unas veces cogida de la mano, otras empujada, otras
llamada desde más lejos… Intentando seguir con mis carencias y miserias sus
pisadas, con la certeza y la esperanza de que Él va delante. Que Él es la
verdad, la salvación, la vida, el camino que lleva al Padre, ese Padre, ABBA, que tanto nos ama, que nos da el
amor auténtico, que nos da la verdadera felicidad.
Nací en el seno de una familia trabajadora, sencilla y profundamente
creyente. Dios me ha ido trabajando desde siempre, que yo recuerde desde que
tengo conciencia de mí misma, pese a que he sido rebelde, no demasiado dócil y
no le he abierto la puerta de par en par; a pesar de ello, él nunca me ha
dejado.
En la adolescencia, como todo el mundo, me planteaba la vocación: “¿Qué
quiere Dios de mí?” Es una pregunta que de vez en cuando la vas repitiendo a lo largo de tu vida.
Siempre he sentido dos fuertes atracciones: Jesucristo y los más pobres, creo
que la una te lleva a la otra, no se pueden separar. Poco después de venir a
Catalunya, inmigrada, trabajando en la fábrica, ver y vivir la explotación de
los jóvenes como también la falta de fe de estos jóvenes. Me cuestionaba: ¿Cómo
puedo llamarme cristiana y no conocer a fondo el Evangelio? Y ¿Qué puedo hacer
ante esta realidad? Estaba muy verde aún, pero...
Poco después conocí la JOC con todo lo que eso representa, ya lo
sabéis.
En esta época conocí al Pere y comenzamos un camino juntos: una opción
de pareja, de familia, desde la fe, la vida, los jóvenes, en el mundo obrero, creo
que hemos ido haciendo un buen equipo. Más tarde, el paso a la ACO, con toda la
experiencia vivida, la vida en el movimiento, la formación, las
responsabilidades, los testimonios recibos… Los ejercicios espirituales. El
conocimiento de diversas espiritualidades dentro de la Iglesia, que nos
facilitó precisamente el movimiento, entre ellas también el Prado. Por esta
época, alrededor de los 40 años, sentía una fuerte inquietud, alguna cosa me iba
por dentro: el mundo necesita conocer a Jesucristo; el mundo obrero, los más
pobres tienen derecho ¿Estoy haciendo lo que es preciso? Y vuelve a surgir la
pregunta: “¿Qué quieres, Señor, de mí en esta época de mi vida?” Hablo con el
consiliario de mi grupo de RdV., el Tano, él me ofrece hacer estudio de
Evangelio personal, con la metodología del Prado. Para transmitir a Jesucristo,
para darlo a conocer, es preciso que lo conozca más a fondo, más de cerca, que me
relacione con él, escuche su palabra y en el Evangelio descubra como Jesús dice
sí a su Padre, como educa y evangeliza a los discípulos, a sus apóstoles, como
transmite el amor del Padre, como ama, cura y salva a los pobres… Y Así
estudiando a nuestro Señor Jesucristo en todo el Evangelio, como dice el padre
Chevrier, fundador del Prado, y disfrutando de él te surgen nuevas preguntas, y
vas bebiendo de ese pozo inagotable que es el Evangelio, para conocer a Jesucristo,
quererlo más y seguirlo más de cerca. Ese tesoro, ese regalo no es para
esconderlo sino para compartirlo, y te lleva a compartirlo con los demás, sobre
todo con quienes más lo necesitan, con los más pobres y con la fortaleza y la
acción del Espíritu Santo, con la celebración de la Eucaristía.
El padre Chevrier, fundador del Prado, decía a sus colaboradores: “¿Sentís que esa gracia nace en vosotros? O
sea, ¿sentís una atracción interior que os empuja hacia Jesucristo?, ¿un
sentimiento interior lleno de admiración por Jesucristo, por su belleza,
grandeza, bondad infinita que él hace venir hacia nosotros, un sentimiento que
nos seduce y que hace que nos entreguemos a él?, ¿un pequeño soplo divino que
nos empuja y que viene de arriba, una lucecita sobrenatural que nos ilumina y
nos deja vislumbrar a Jesucristo y su hermosura infinita? Si sentimos en
nosotros este aliento divino, si percibimos esta lucecita, si nosotros nos
sentimos atraídos, aunque sea una pizca nada más, hacia Jesucristo: ah! cultivemos
esa atracción, hagámosla crecer mediante la plegaria, la oración, el estudio,
para que aumente y produzca frutos…” Y
también decía, entre otras muchas cosas expresando el dolor ante la
realidad brutal de la explotación: “Al
ver a los niños de nuestros tiempos, el cuidado que se pone para que sepan
realizar un determinado trabajo u oficio, y la dejadez que tienen en todo
aquello que mira a su salvación o a su moral, parece que no tienen otro destino
que el de las máquinas en torno a las cuales se mueven, o aún más, tal y como
alguien ha dicho, ellos mismos no son nada más que máquinas de trabajar hechas para enriquecer los
amos”. Y, al tener claro que se quería dedicar plenamente a ser un
catequista para los pobres y formador de apóstoles: “Es preciso instruir a los ignorantes, evangelizar a los pobres. Ésa
es la misión de nuestro Señor. Es la misión de todo sacerdote, la nuestra en
particular, es la parte que nos toca. Ir a los pobres, hablar del Reino de Dios
a los obreros, a los humildes, a los pequeños, a los desamparados, a los que
sufren, Oh! Que nos sea permitido ir como nuestro Señor, como los apóstoles, en
público y por las casas, en las plazas, en las fábricas, en las familias,
llevar la fe, predicar el Evangelio, catequizar, hacer conocer a nuestro
Señor”.
Hay cinco puntos esenciales del carisma del Prado que brevemente
señalo:
1. El conocimiento de Jesucristo debe ser la fuente de nuestra existencia y el punto de convergencia.
2. La evangelización de los pobres, haciendo que el pobre llegue a ser sujeto activo, libre y que se
comprometa.
3. El Espíritu Santo, ni el punto 1 ni
el 2 son posibles sin él. No hay vida pradosiana ni cristiana sin el Espíritu
Santo. Él es el protagonista de la misión.
4. Vivir pobremente. No se puede
evangelizar a los pobres a distancia, ni seguir a Jesucristo a distancia, es
preciso un discernimiento sobre lo que es necesario.
5. Vida en equipo. No se puede ser
discípulo sin una vida de equipo. Es preciso una familia.
Este carisma, como todos los que Dios da a la Iglesia, es por su bien
y por el bien de todas las criaturas, es para darlo, para compartirlo, porque
todos nos enriquecemos del amor de Dios. Todos los carismas son diversos,
necesarios y complementarios, todos hacemos que nos fortalezcamos y nos ayudemos
para ser colaboradores del Reino de Dios por el bien de toda la humanidad.
Esta espiritualidad del Prado ha ido arraigando en mí, y, junto con
Pere y con otros laicos, que sienten esta misma atracción y llamada, laicos de
diversos movimientos, vamos haciendo camino, nos vamos formando, vamos
conociendo el Prado con el estudio de Evangelio, los retiros, la oración… Vamos
madurando y discerniendo esta vocación, en un pequeño grupo del Valles: También
con un grupo algo más numeroso, con compañeros y compañeras de Girona, grupo
que llamamos cariñosamente “la A-7”, que es por donde pasamos para
encontrarnos. En todo este camino nos acompañan, de cerca el Tano Casacoberta y
la Pim Queralt. También otros consiliarios de nuestros movimientos que son del Prado.
Ya hace varios años que el Prado de Catalunya nos ha abierto las
puertas y participamos en la fiesta de la familia pradosiana, que se hace alrededor
de Navidad, ya que todo comenzó por la fuerte conversión que hizo el padre
Chevrier una Nochebuena contemplando el misterio de la Encarnación.
Hemos hecho también algunos encuentros ampliados a personas
simpatizantes.
Por todo ello doy gracias a Dios.
Bien, ha sido un pequeño testimonio. Si estáis más interesados,
estamos a vuestra disposición.
Un fuerte abrazo.
Delia Viedma