El encuentro
de Jesucristo en el pobre
Para mí reconocer
que Jesucristo se hace el encontradizo de muchas maneras, y bastante menudo en
nuestras vidas, ha sido la conclusión a la que he llegado a lo largo del tiempo
y de recorrer un camino de búsqueda iniciado hace algún tiempo y que creo que
nunca tendrá fin (al menos ese es mi deseo). El reconocerlo es algo que sólo el
Espíritu Santo nos puede ayudar a hacer y reconocerlo en el pobre una
experiencia profunda de fe.
Proceso personal
Mi proceso personal no
es nada del otro mundo, soy una persona sencilla, de una familia humilde, que
desde pequeña ha sentido inquietudes y ha hecho muchas preguntas y cuya
curiosidad no siempre ha sido satisfecha.
Mi recorrido
espiritual comenzó en la infancia y parte de la adolescencia, pero al llegar la
juventud otros caminos me llamaron y deje a un lado todo tema relacionado con
la religión. Al llegar a la madurez tanto física como intelectual, algunas
preguntas vitales se hicieron presentes, y empezó mí búsqueda espiritual.
Fui acogida en la
parroquia de Santa María de Can Mariner, situada en un barrio de Santa Coloma
de Gramenet. Una parroquia de personas sencillas y humildes, como yo, pero con
gran profundidad espiritual y un gran espíritu de lucha por la justicia (que se
habían iniciado en la transición y en muchos de ellos antes),y que lograron que
me sintiera como en mi casa y cuyos testimonios me impresionaron profundamente.
Con el tiempo llegó
mi contacto con la Pastoral Obrera del arciprestazgo, con el movimiento de
Acción Católica Obrera (ACO), donde empezó mi militancia y compromiso dentro de
la Iglesia.
Conocer la ACO, fue
para mí el principio de un gran cambio personal y espiritual, hacer que el
compromiso personal con Jesús fuese el eje de mi vida, saber que lo quería
hacer a partir de ese compromiso era poder transformar aquello que estuviese a
mi alcance y por descontado transformarme a mí misma, haciendo que el centro de
mi universo no fuese yo, si no los demás, incluso aquellos que no me caían
bien!!!
Cuando te
comprometes con Jesús no hay vuelta atrás, cada día que pasa haces nuevos
descubrimientos y Él te hace nuevas llamadas, y fue así como entré a formar
parte de la familia pradosiana. Al conocer el Prado y su espiritualidad basada
en el conocimiento de Jesucristo y en el estudio constante del Evangelio, para
poder integrar a Jesús en nuestra persona, tal como dijo el padre Chevrier: “conocer a Jesucristo es todo”;
“tener el Espíritu de Jesucristo es todo”.
No puedo decir que he descubierto a los pobres y a
la pobreza a través del Prado, pues siempre han formado parte de mi vida,
siendo yo hija de una familia humilde y viviendo desde mi más tierna infancia
el desgarro de la emigración de mis padres, en los años 60, que tuvieron que
emigrar a Francia, para poder labrar para sus hijos y para ellos mismos un
futuro mejor.
Por lo descrito anteriormente la injusticia social
no ha sido para mí algo teórico o indiferente, la he sufrido en mis propias
carnes y he intentado luchar contra ella siempre que he podido, participando en
las reivindicaciones del mundo obrero. Pero lo que sí es cierto, es que al
formar parte de la familia del Prado, y al ir haciendo camino en esta
espiritualidad, creo que mi mirada hacia el pobre y la injusticia ha cambiado,
descubriendo al mismo tiempo otros tipos de pobreza, que no conocía: la pobreza
espiritual, la pobreza física...
La pobreza en mi día a día está presente, en el
barrio, dónde muchos de mis vecinos están en el paro, o realizando trabajos muy
precarios ya que su poca formación (la mayoría dejaron de estudiar ante la
perspectiva de ganar más trabajando que estudiando), hace que se encuentren con
muy pocas perspectivas de futuro y con otros dramas sociales a sus espaldas
(desahucios, separaciones…), en la familia donde gran parte de sus miembros son
muy mayores y con graves problemas físicos. De camino al trabajo y de vuelta a
casa, donde a lo largo del recorrido (vivo en Badalona y trabajo en Barcelona),
me encuentro cada día con más y más personas viviendo de la caridad o de lo que
recogen en los contendores de basura. Tanto unos como otros, me desgarran por
dentro, me siento impotente y lo único que puedo hacer es rezar y pedirle a
nuestro Señor que nos ayude a todos a ver la manera de cambiar esta cruda
realidad. Cómo podéis comprobar no vivo bien esta pobreza.
Otra de las pobrezas con las que me encuentro a
diario es la de las personas mayores, gracias a Dios, yo puedo disfrutar de mi
madre que tiene ahora 81 años, pues vivo con ella y nos acompañamos mutuamente,
pero conozco de cerca otras realidades que no son así. La falta de salud y la
soledad de muchos ancianos, es una pobreza de nuestra sociedad y que me hace
replantearme muchas cosas como persona y como hija, como sobrina... Tampoco
vivo bien esta pobreza.
Algo que también vivo mal es la explotación que
hacemos como Iglesia (perdonar que sea tan dura), de nuestros sacerdotes, en
las grandes ciudades (al menos los que yo conozco). Muchos de ellos sobrepasan
con creces los 70 años y muchos achaques, pero continúan teniendo a su cargo
una y a veces dos parroquias, además de estar comprometidos en muchas otras
cosas: Movimientos, Plataformas, Equipos de todo tipo…, bueno vosotros lo
sabéis mejor que yo. Si alguno quiere retirarse, suele encontrarse con
dificultades para encontrar dónde ir, la falta de previsión de los obispos o de
quien administra la Iglesia es vergonzosa. Creo que si todos fuésemos
conscientes de esta circunstancia nos avergonzaríamos aún más. Seguimos
explotando a los que han dado y dan su vida por nosotros.
¿Dónde está mi implicación? Para ser completamente
sincera, mi implicación en las actitudes y hechos comentados anteriormente es
muy pobre. Intento acompañar alguna de ellas desde la cercanía y la escucha, la
oración; la reivindicación y la denuncia cuando viene el caso. Al trabajar como liberada en ACO, tengo la
oportunidad de conocer de cerca muchas iniciativas que se organizan, e intento
poner mi granito de arena, pero poco más.
¿Dónde veo a Jesucristo? En todos ellos, ya que Él
para mí está presente en cada una de las personas que he recordado mientras
escribía estas líneas, en el chaval que invita al compañero a una cerveza, en
el padre que vuelve a acoger a su hijo en casa a pesar de su mísera pensión, en
el anciano que te sonríe y te cuenta su batallita, cuando le preguntas como se
encuentra, en el marroquí que te da las gracias cuando le das alguna cosa que ibas
a tirar a la basura, en el sacerdote que a pesar de todo lo que tiene que tirar
adelante en el día a día, no tiene un no para nadie, en todos ellos veo a
Jesucristo y el amor del Padre que siente debilidad por los últimos.
Después de la reflexión que he tenido que hacer para
poder escribir este artículo, puedo confirmar lo que decía al principio, mi
visión de la pobreza y de los pobres ha cambiado radicalmente. He reafirmado
que quiero seguir siendo una pobre más, gracias por la oportunidad que me habéis
dado para poder expresarlo.